El otro día, empecé a ver una serie que os recomiendo: "super pumped" sobre la historia de Uber y su fundador, Travis Kalanick, que tuvo que dimitir en 2017 de su puesto de Consejero Delegado después de la presión del Consejo de Administración por diversos problemas, entre otros, la acusación de discriminación de género en la empresa.
Imagen de la serie Super Pumped.
Lo mismo ocurre en la serie Wecrashed sobre la historia de Wework y su fundador, Adam Neumann. En 2019, el Consejo de administración le hizo renunciar como CEO.
Esa relación de los CEOs de grandes startups con sus Consejos, me abrió la idea de comentar algo que, pienso, nos afecta a todos o casi todos los empresarios y emprendedores.
También seguí en Twitter un hilo de @XavierHelgesen ¡y entonces decidí relatar algunas conclusiones que, con mi experiencia como empresaria, quisiera aportar en este Post por si os puede servir de ayuda a vosotros, sobre la importancia de elegir buenos consejeros para el éxito de vuestras empresas.
A lo largo de los años he aprendido que una de las diferencias más importantes entre una empresa que va como un cohete y otra que no, es tener un buen CEO que, además de perseguir el proyecto y la estrategia por la que han apostado su fe y su inversión los fundadores, sepa elegir un buen equipo gestor y un Consejo de administración con buenos Consejeros: consejeros que realmente ayuden a que la empresa progrese, crezca, se financie…y sepa elegir los mejores caminos para alcanzar sus fines.
Por el lado contrario, he conocido a malos consejeros que, incluso, hubieran podido cargarse la empresa ¡si no hubieran sido despedidos convenientemente y a su debido tiempo!.
Responsabilidades de un buen consejo de Administración
Un buen Consejo de Administración tiene tres responsabilidades principales:
- Contratar al CEO adecuado, y más si ese CEO no está entre los socios fundadores.
- Que se sienta valorado, estimulado y justamente remunerado, incluyendo salario y bonus.
- Presentar para su aprobación a la Junta General de la empresa el Plan estratégico, el presupuesto, y las cuentas auditadas cuando ello sea necesario.
Por ello y para ello ¡los Consejeros deben ser siempre buenos consejeros!
Diferencias entre un buen y un mal Consejero
Los malos consejeros son personas que piensan que su labor es dar “ideas originales”… sin plantearse su coste, su dificultad de implementación ¡y sin considerar que algunas de esas ideas mueven el foco que da sentido a la empresa y a su proyecto. También les da igual que al director general o al Consejero Delegado, como quiera denominarse al responsable de la gestión de la empresa, haya que ajustar su sueldo, su bonus, etc… para que se sienta bien remunerado y compensado por el extenuante trabajo que realiza. ¡Y más si pertenece al grupo de fundadores de la empresa!
Y…¿por qué se oponen a esa necesaria decisión? ¡Para "ahorrar el coste”! Así de simple.
El buen consejero sabe que hay cosas, a lo largo de la vida de la empresa, que no salen como se esperaba. Pero pregunta, en actitud positiva: ¿qué estamos haciendo para solucionar el problema? ¿cómo puedo ayudar?". Es decir, crea un clima de confianza para poder dar tanto buenas como malas noticias.
El mal consejero, cuando hay malas noticias, no trata de encontrar las causas que han generado el problema. Adopta negatividad y se enfrenta con la dirección de la empresa. Esto, a veces, hace que la dirección oculte malas noticias al consejo…¡algo de enorme responsabilidad y que pone en entredicho al propio director! Cuando el consejo lo descubre, hace inevitable prescindir tanto del director como del mal consejero.
El buen consejero siempre piensa en buscar nuevas oportunidades para ayudar al progreso de la compañia: quizás un acuerdo estratégico con alguna empresa, buscar un nuevo inversor, un nuevo cliente, etc...
El mal consejero simplemente se presenta a las reuniones y, en su día a día, no piensa mucho en la empresa ni en oportunidades que él o la propia empresa pueda abrir….
El buen consejero tiene que confiar en el CEO hasta que el consejo decida prescindir de él, si eso llega a suceder. No hay término medio. Si se elige un CEO, se confía en él mientras esté en su puesto.
El mal consejero, prueba, controla, persigue, provoca… al CEO, y le hace sentirse inseguro en su papel de gestor. Y los valores que destacaban en él cuando se le nombró responsable de la gestión, se destruyen, desaparecen…
El buen consejero prepara las reuniones y exige al CEO tener con, al menos 48h de antelación, una presentación clara y precisa con los indicadores financieros, KPIs, enfoque en la estrategia, ventas por canales, etc...proporcionada por los ejecutivos de cada área. Nunca pierde las formas ni regaña al CEO ante su equipo ni por email. Cualquier diferencia de opinión ha de resolverla en privado, en buen tono y hablando con el mayor respeto al CEO.
El mal consejero no se prepara las reuniones, no se lee la documentación enviada con antelación, improvisa en el Consejo, se pierde en detalles innecesarios…¡y pierde la visión de lo que realmente importa en la empresa! Alcanzar buenos resultados y mirar al futuro “sin entrar en pasados que no mueven molino”…
Un buen consejero, cuándo esté demasiado ocupado para ser útil, dimitirá y si fuera posible, recomendará para sustituirle a alguien que tenga el tiempo, la capacidad, la energía y la creatividad necesarios para serlo.
El mal consejero (sobre todo si es remunerado) no estará dispuesto a ceder su puesto pase lo que pase. En este caso, el CEO y, sobre todo el Presidente, ha de movilizar a la junta para cambiarlo.
Un buen consejero sabe que, en las decisiones importantes, siempre tiene que estar de acuerdo el CEO. Y si prevé un desacuerdo con él, tratará de razonarlo en privado. Si aún así no lo consigue, tendrá que aceptar la visión del CEO salvo si cree que el CEO debería abandonar la empresa, una decisión que no le pertenece y que corresponde al Presidente y al acuerdo con el resto de los consejeros.
Recomendaciones para tener un buen consejo de Administración
Y Pedro Nueno, eminente profesor del IESE, recomienda:
- Menos consejeros y más preparados. Se espera que los consejeros tengan un buen conocimiento de la empresa, del sector y del mercado en el que se mueven. Pero también que tengan una "mentalidad innovadora y emprendedora", que entiendan la transformación digital en toda la cadena de valor y la tendencia de la globalización en todos los sectores. A veces es mejor tener pocos miembros del consejo de administración y tener un consejo asesor muy profesional
- Más presencia de mujeres. Actualmente el porcentaje de mujeres en los consejos de administración de Europa y Estados Unidos es del 23%. Seguirá creciendo porque se está demostrando que, en las empresas que incluyen a mujeres preparadas como consejeras, aumenta la productividad.
- Internacionalización del consejo. La globalización de las empresas requiere cada vez más de consejeros con experiencia internacional.
- Mayor responsabilidad. Ya no se apela únicamente a la competencia y profesionalidad de los consejeros, sino directamente a su sentido ético y comportamiento responsable.
- Evaluación periódica de los Consejeros. Es necesario cambiarlos cuando no cumplan su función.
Al final, todo buen consejero debe ser riguroso y objetivo, saber diagnosticar, explorar tendencias, analizar la evolución de la sociedad, activar su curiosidad y la del resto del Consejo, estructurar problemas, saber escuchar, abrir contactos útiles, ser capaz de desenvolverse en entornos cambiantes, saber trabajar en equipo…Pero sobre todo ha de arrimar el hombro con su experiencia, su inteligencia emocional, su creatividad y su visión posibilista del futuro a ayudar en lo que pueda a la empresa.
Debo añadir que, los caminos que llevo recorridos como emprendedora (en 7 proyectos empresariales), como Consejera Dominical en varias empresas (incipy.com y womenalia.com) y como Consejera Independiente en una multinacional y ahora como Consejera Ejecutiva (CEO) de la empresa que co-fundé: BabyFriendlyCompanies.com, he estado acompañada por consejeras y consejeros que han hecho posible el que haya podido llegar hasta aquí ¡y más allá! y se lo debo en gran parte a ellas y a ellos…!.
Y debo también decir ¡que también he tenido que tomar difíciles decisiones de prescindir de otros consejeros que en vez de empujar ¡frenaban!”.